Presurosa Jennifer se levanta. Es una lluviosa mañana de lunes, pero sin demora y sin hacer caso del frío se pone su uniforme. Es una rutina conocida porque desde hace 14 años la realiza – diríamos que sin falta, pero la pandemia restó casi dos años de su asistencia a la escuela.
Este es un día especial y Jennifer está ansiosa por llegar al CDI –Centro de Desarrollo Integral “El Niño“. Por varios días trabajó en una pintura de unicornio, es su favorita, y yo le dará los toques finales.
A toda carrera baja por las calles de Pasochoa hasta llegar a la parada del recorrido. Con el corazón casi saliéndose del pecho, corre detrás de ella, su papito Germán. Con sus más de 70 años ya no puede seguirle el ritmo y su voz tampoco se deja escuchar en medio de la agitación de Jennifer.
Pese a tener cáncer de tiroides en estado avanzado, Germán, el abuelo de Jennifer, no puede dejar de trabajar, tiene que ayudar a hija y a sus cuatro nietos.
Jennifer es su consentida, su hijita. Casi todo el poco dinero que gana como jardinero se va en comprar los medicamentos que ella necesita.
– “Cuando no toma su medicina se pone mal. Mijita es muy amorosa, pero sin sus pastillas se pone agresiva”.
Jennifer, de 20 años, tiene 65% de discapacidad intelectual. A su madre nunca le informaron la condición de su hija. Cuando estaba en edad de ir a la escuela, uno de los psicólogos le hizo las pruebas necesarias para determinar su discapacidad.
Cuando Jennifer ingresó al CDI tenía 6 años, no hablaba y era muy agresiva con sus hermanos u otros niños. Ahora tiene 20, tiende su cama, ayuda a preparar la comida y realiza las tareas de la escuela sin ayuda.
En el CDI niños y niñas como Jennifer reciben atención especializada con las terapias rehabilitatorias que necesitan para mejorar y mantener su calidad de vida (terapia física, ocupacional, hipoterapia, hidroterapia, entre otras.
El financiamiento de estos servicios requiere de toda la ayuda posible, ya que todos sus beneficiarios son personas vulnerables y de escasos recursos económicos. Por ello, Fundación Tierra Nueva busca donantes y financistas que crean en esta causa y contribuyan a su cumplimiento.
Este día, Jennifer y sus compañeros conocerán a un grupo de ellos, quienes los visitan desde Italia, son los representantes de Cassa Padana, un banco de crédito cooperativo que por tercera ocasión contribuye al financiamiento de algunos servicios de la Fundación.
“Hacer trabajo social es prácticamente una obligación para los bancos de crédito cooperativo en Italia y, después de conocer el trabajo que hace Fundación Tierra Nueva, estoy todavía más convencido de que hay que continuar con este servicio. Esta es una relación fraterna, casi familiar”.
Mirko Cominini, Vicepresidente de Banca de Crédito Cooperativo Cassa Padana
Finalmente, el momento más esperado por Jennifer llegó. Su pintura está terminada. Orgullosa la muestra a sus compañeritos y a los invitados. Amorosa como su abuelo ya nos dijo que es ella, en un arrebato de dulzura se la regala a Mirko, quien no sabe cómo agradecerle.
Para las personas con discapacidad, las normas sociales son algo difíciles de aprender y recordar, más después de tanto tiempo fuera de las aulas. Pero Jennifer actuó de corazón, quiso que una parte del gran apoyo que ha recibido de sus manos para continuar con sus terapias, a través de su pintura, los acompañara por siempre.